Fotografiar la huella del tiempo
Nunca podré entender bien el pánico que tenemos en el primer mundo a las arrugas. Es como renegar de nuestra historia. ¿O quizás sea que nuestra historia es cada vez más aburrida, y tenemos poco que reivindicar de ella?.
Me gusta hacer fotos de las personas mayores. Su rostro nos muestra todo un relato de vida que intuimos fascinantes. Cuanto más intensa ha sido la existencia más elocuente es la textura de su piel.
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La fotografía digital y sus posibilidades de procesado me abrieron puertas que antes consideraba infranqueables para tratar el tema, sin renegar del color. En mis viajes, sobre todo a países de Latinoamérica, los ancianos son uno de mis motivos recurrentes. Su espontanea dignidad me fascina. Procuro no alterarla nunca. Estudio la escena desde lejos, elijo la posición, el encuadre, el tratamiento del fondo, mido la luz, coloco un objetivo gran angular,…sin acercarme. Y después me acerco todo lo que puedo. Ya no vuelvo a mirarlos. Ni a ellos ni a la cámara. Me pongo a su lado haciéndome invisible. Cada disparo es una intuición. Prefiero fallar la toma a convertirla en una escena posada.
Y después viene el procesado. Toda una gozada. Selecciono, reencuadro, … y comienzo la aventura de desvelar aquella historia que yo había intuido antes de acercarme al personaje. Suelo partir de un falso HDR, para ganar en profundidad, tanto de información como de color. A partir de esta base llevo a cabo un procesado por zonas. Las zonas son más pequeñas y precisas cuanto más me interesa el relato de la textura encerrado en ellas.
El resultado lo puedes ver en mi colección de Flickr “La huella del Tiempo”.